Be with me, de Eric Khoo


Los orientales tienen la virtud de poder narrar historias con pocas palabras, o incluso con ninguna. Aprender a escribir acciones es una cuestión espinosa para los guionistas de cine y teatro, sobre todo para los guionistas occidentales, más “verbocéntricos” que los orientales. No resulta raro, entonces, que la dramaturgia europea se haya renovado mirando justamente los ritos de los vecinos orientales, sus coreografías sagradas. Ante la ausencia o escasez de palabras, cabe preguntarse: ¿qué promueve ese déficit? ¿Qué status tiene la palabra frente a la acción en relación con la interpretación? En este film de Whoo -un muestrario de las formas de buscar el amor- el director parece decirnos que su protagonista, que tiene menor acceso a la palabra –por ser sorda y ciega- tiene, por el contrario, más relación con el amor.

El film está inspirado en la autobiografía de Teresa Chan, cruzando su historia con personajes de ficción que hacen una suerte de contrapunto. Hay un muro ente mí y el resto de los vivos, imposible de derribar, piensa Teresa al evaluar su discapacidad visual y auditiva. Sin embargo, su amor por la humanidad, demostrado en el ejercicio docente, la deja más cercana a la plenitud que el resto de los personajes, preocupados por encontrar o retener a un ser humano individual a quien amar.
Entre los personajes de contrapunto, está el “gordito inútil”, oprimido y rechazado por su padre y hermano, que intenta escapar de su situación afectiva comiendo compulsivamente y fantaseando con el amor de una mujer. Su amor, cercano en este punto al de Teresa, es desinteresado y fiel, aún siendo no correspondido. Observar a la mujer que ama, ejerciendo su trabajo de guardia de seguridad, es su pasatiempo principal, así como concretar esa carta de declaración que no puede terminar es su principal obstáculo. Justamente, es la imposibilidad de escribir palabras para su amada lo que lo mantiene en vilo. Palabras propias que tal vez entiende que nunca alcanzan para expresar lo que desea, y por eso se sirve de un libro, de palabras prestadas con las cuales compone la carta que el destino quiere que nunca llegue.
Otro contrapunto para la historia de Teresa es una pareja de adolescentes lesbianas, que se conocen por internet y continúan su relación por mensajes de texto, es decir, escritura mediante. Durante el apogeo del idilio amoroso (que dicho sea de paso muestra el grado de americanización de Singapur), las palabras contribuyen; pero la progresiva falta de correspondencia amorosa y el engaño, hacen que los mensajes se transformen en un peso, que las palabras magnifiquen y terminen sobrando. Cuando una le escribe a la otra pidiéndole las razones de su abandono, la palabra reclama un saber que el otro no puede dar, un mensaje de texto que no se puede escribir. Y que cuando se escribe, otra vez el destino se opone a su llegada, como la carta del guardia de seguridad.
Teresa, por su parte, escribe su historia personal poblada de lecciones de vida, convencida de que el cuerpo puede fallarnos, de que el dolor puede ser vasto, pero que el amor desaparece sólo cuando no entendemos lo que significa. Su devoción por los demás –no por una sola persona, cuyo amor le fue negado hace tiempo- es retribuida, e incluso su biografía escrita suscita más amor, tanto en quien cocina para ella como en quien hace una película con su historia. El caso de Teresa, de esta manera, revierte la relación tortuosa que entre el amor y la escritura padecen los demás personajes. Ella, que se pierde gran parte de lo bello debido a la negligencia de sus ojos y oídos, por la misma razón también se ahorra enfrentarse con la fealdad. La tapia que por un lado la aísla del mundo, la predispone al mismo con una actitud positiva, ilustrando enseñanzas taoístas que se mezclan con cierto guevarismo menos épico: nada se puede resistir cuando hay voluntad.
La elocuencia de una historia sin palabras, donde por momentos la acción lo dice todo, promueve un espectador distinto, un interpretador a la intemperie. Como en buena parte del film no hay palabras que definan un sentido a las acciones, el espectador puede contarse las historias que quiere, mirar la película que elija. No es el único logro de un film que conquista también por el juego de planos que hilvana, por la fotografía y por su música. “Quédate conmigo” emociona exponiendo distintas búsquedas, distintos destinatarios y diferentes formas de demostrar el amor o la gratitud escritura mediante. Le damos 8 bolitas de paraíso.

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