You shoot, I shoot, de Pang Ho-Cheung















Este chino de apellido complicado compone una mirada cómica sobre el mercado de la violencia privatizada. Con múltiples recursos narrativos y audiovisuales, nos presenta asesinos a sueldo dedicados a solucionar los conflictos que se presentan entre los millonarios amarillos. Con personajes que contrastan con la imagen clásica que tenemos de los mafiosos, en ese distanciamiento de las clásicas películas de gángsters, la ironía se distribuye con fineza a lo largo del film. Esta misma distancia, por otro lado, se mantiene respecto de la convención que divorcia a la ficción de la realidad, que este film no distancia sino que encastra con ingenio.

Producto de la aplastante cultura visual de este tiempo, la venganza de los millonarios se completa cuando pueden ver sufrir al vengado, tantas veces como quieran, a través de un video. Esta nueva necesidad del mercado de la violencia obliga a una alianza: el asesino a sueldo precisa de un profesional de las artes audiovisuales. Un criminal a sueldo que busca un socio y un cineasta sin trabajo, son buena dupla. Los intereses creados consolidan la relación: el mafioso le promete al cineasta cumplirle su anhelo de ser Director; y el cineasta cae en la cuenta de que asociándose con el mafioso podrá cumplir su sueño: producir su propia película. Siguiendo las peripecias de este vínculo profesional, el film entremezcla la ficción y la realidad, sin jerarquías morales.

Es un film de ficción, esa es la base sobre la cual se superponen las capas de ficción y realidad. Las referencias a la cultura del vecino Japón y a la aldea global le dan un tinte de verosimilitud a la historia, anclándola en la realidad presente. La violencia que abunda en esta realidad es registrada en un video, que se cuenta desde el punto de vista de otra cámara y se edita como si fuera una película de ficción. Cuando algo falla en el registro de la realidad del crimen, para complacer al cliente, se decide recrearlo con actores y hacerlo pasar por real. A esta altura ya tenemos un embrollo de realidad y ficción que hace difícil establecer límites claros.

Cuando la realidad se entromete para mejorar a la ficción, aportándole un plus real, y la ficción del crimen reconstruido busca parecerse a otro film de ficción, agregando elementos impropios a la escena (como palomas que pasan volando en una habitación cerrada), se complica más. Resulta difícil entonces sostener que la ficción o la realidad puedan ser una mejor que la otra, y en esa simbiosis que establecen entre ellas, la verdad pierde el papel de vedette pretenciosa. Entonces debe ser cierta la reflexión que asegura que el documental no es una región distinta en el país del cine, sino que está tan cruzado de ficción como cualquier otro film, y por tanto comparten un campo de problemas similar.

Los objetivos de los personajes principales, asimismo, reinciden en ubicarse en la frontera entre la ficción y la realidad. Cada uno de ellos tiene una figura ideal ajustada a su desempeño profesional. El asesino a sueldo tiene como ídolo al Alain Delon de la película de Melville, El samurai, a quien quiere parecerse en su manera descontracturada de ser un asesino. El cineasta chino, por su parte, evalúa la calidad del cine de producción local comparándola con Hollywood, y su sueño es filmar como Martin Scorcese. Ambos saben y el film lo reafirma, que en la ficción puede pasar lo que se le ocurra al director, si tiene presupuesto para filmarlo, pero que la realidad es harina de otro costal. El “todo vale” de la ficción es, en la realidad, trabajar con las limitaciones, como lo sabe todo artista santafesino.

Lo bueno de este film es que, de haber tenido limitaciones presupuestarias, están bien disimuladas. No hay una relación inversa entre pretensiones y recursos, que se advierta visualmente. La grandilocuencia está más bien concentrada en la narración, en contar una historia ingeniosa, jugar con las convenciones del género y hacerlo con buen ritmo. El uso de la animación digital está justificado, es decir, no es un añadido caprichoso sino que forma parte de ese circo que se arma alrededor de la violencia, de la estetización de la violencia que hace cómico al film, pero patéticos a nuestros noticieros televisivos. Es eficaz el distanciamiento que genera la comicidad respecto de lo siniestro de la mafia, deshaciendo la imagen varonil del mafioso, al mostrarlo amanerado, y sin ningún escrúpulo para matar a un familiar, por lo cual se escandalizaría un Corleone de ley. El gángster tipo al que el Director se opone está bien dibujado en sus mañas a partir del ridículo, un ejemplo más que demuestra que para ser innovador hay que conocer el orden al pie de la letra.

Por todo lo dicho, a lo que se suma un buen uso no redundante de los “puntos de fuga narrativos”, para mostrar los posibles derroteros que tiene una acción y una banda de sonido que hace juego con la intención cómica y ridícula; le ponemos al chino 9 bolitas de paraíso.

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