Este documental netamente expositivo, comienza con una desmedida pretensión de verdad. Una señora mayor, en primer plano, dice a cámara: “De repente es como si algo se abriera y veo todo como pasó entonces.” A lo largo del documental advertimos que el crédito dado al testimonio de esa señora, entre otros testimonios, es el contenido principal del film, con algún que otro aditamento de recortes periodísticos y mucho material audiovisual de archivo. La relativa escasez de fuentes de información, podría ser sopesada con un buen tratamiento metodológico de las pocas fuentes con que se cuenta, pero no. La preocupación por contar el apogeo y la decadencia de dos de las compañías de ballet rusas más importantes, como si se tratara de cualquier club, puede prescindir de otros documentos que no sea la memoria de ALGUNOS de los protagonistas.
Cuando un relato histórico se presenta como “lo que verdaderamente pasó”, lo primero que debiera hacerse es dudar de su credibilidad. Hace rato que en la Academia se viene diciendo que la verdad es operativa, que no existe una sino una suma de consensos acerca de lo que pudo haber sucedido en el pasado, y que ese consenso está siempre sujeto a revisión. Quienes trabajan con entrevistas, y a partir de la memoria de los entrevistados construyen un saber histórico provisorio, sostienen que la memoria de la gente no es un saber menor respecto de lo que pueda decir cualquier escrito que haya quedado de una época pasada. Es, en todo caso, diferente, como nos enseñó a repetir insistentemente el relativismo, para zafar. Como es diferente, hay que tener una serie de recaudos, para demostrar que el saber que se construye, en algo se distingue de las explicaciones que podría dar cualquier hijo de vecino. Al menos por el hecho de ser una suma coherente de explicaciones de muchos hijos de vecinos. Todo esto de los recaudos, en este film…bien, gracias.
En pocas palabras, ceñirse a las entrevistas casi obliga a defender la incuestionable verdad de la memoria individual. Asimismo, como los relatos individuales son protagonistas, se deslizan explicaciones acerca del desarrollo histórico que son, por poner sólo un adjetivo, personalistas. Las explicaciones de este tipo, por otro lado, dificultan sostener un manejo claro de la temporalidad, una organización a criterio de la información. Estos rusos que huyeron de la Revolución Bolchevique, trashumando por el mundo, formaron asociaciones con las cuales desparramaron el ballet moderno por la faz occidental de la tierra. Esas compañías presididas por un Director, se integraban además con bailarines y coreógrafos estables e invitados, entre madres rusas, vestuaristas y demás. Quien conozca a un artista sabrá lo difícil de la convivencia del artista consigo mismo y con la demás gente, imagínese entonces la convivencia entre muchos artistas.
El despotismo del Director, la competencia entre coreógrafos, la codicia de los representantes comerciales y los conflictos amorosos, explican los meteóricos ascensos y las venidas a pique de las compañías, desde fines de la década del ’20 del siglo pasado, hasta los sesenta. Tanta fuerza tienen los personajes individuales, que por momentos el tiempo se organiza acorde al ejercicio de tal o cual coreógrafo, como por ejemplo la Era Massine o la Era Balanchine. Entretanto, acontece la Segunda Guerra Mundial, desarticulando proyectos, reacomodando el tablero. Pero pasa rápido porque a esa altura ya va casi la mitad del documental y hay que llegar hasta los sesenta. Primero vamos año por año o en pequeños períodos de tiempo, y después damos saltos de a décadas.
Los problemas raciales estadounidenses, que entran al ruedo por una bailarina negra, son, de igual manera, nada más que descriptos, sin análisis mediante. Y además, nunca se cuestiona por qué EE UU es el lugar de la consagración mundial. ¿Qué ha cambiado en el orden mundial de entreguerras haciendo que Europa haya dejado de ser el ombligo del mundo? El contexto histórico está para dar entrada a la voz de los entrevistados, que discurren por sí solas, obra y gracia de un montaje que oculta las intervenciones del entrevistador. Las entrevistas van ampliando información, pero nunca se refuerzan entre sí, no se ordenan en relación con un tópico, ni se fortalece el testimonio de un entrevistado con afirmaciones de los otros. En pocas palabras, parece no haber cuestionamiento acerca de la construcción cooperativa de conocimiento, ni de la segmentación del tiempo histórico, dos cosas básicas para cualquier documentalista serio. Es un buen cuento colorido, plagado de anécdotas, donde hay villanos y sacrificados, pero no pasa de ahí.
No obstante todo esto, algunos méritos tiene este documental. Como ser las buenas imágenes de archivo relevadas, en color y blanco y negro, de las obras de las compañías. Puestas en escena que no se consideran desde una perspectiva estética, pero se habla muy livianamente del estilo de tal o cual coreógrafo. Si usaba o no escenografía, y era económico en los vestuarios, son los juicios valorativos más logrados. Creo que no hace falta nada más para justificar las 4 bolitas de paraíso que se merecen Goldfine y Geller. ¡Porque encima son dos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario