Nacido y criado es el hijo mal nacido de Trapero, un resbalón después del hiperrealismo de El Bonaerense y el costumbrismo de Familia Rodante, dos films de su factura que, a mi juicio, merecen un importante lugar en la filmografía argentina. Nacido y criado, a diferencia de los anteriores, peca por repetitivo si lo miramos dentro de la Historia del Cine Argentino, tan afecto a tratar el costado traumático de la memoria; y pasa por ser una lata que contiene muchas historias desarticuladas, si consideramos al film como obra en sí misma. Cuando Trapero parece animarse a contar una historia que tiene el brillo y los modales prototípicos de los que pasan una buena vida, un giro de 180º lo vuelve a colocar en la vereda de los marginales, con quienes parece sentirse más a gusto.
El film comienza con una composición fotográfica que prefigura el tono de la obra: después del cimbronazo de un accidente automovilístico previsible, la narración hilvana retazos de vida de distintos personajes transitoriamente unidos, sin establecer jerarquías entre ellos. Si al comienzo Santiago aparece como el protagonista indiscutible de la historia, después su personaje pierde color frente a la angustiosa monotonía del Cacique y la eterna adolescencia del personaje de Esquerro, actor fetiche de Trapero y, al mismo tiempo, Director de Sonido de este film. Esta desarticulación en la cual todas las partes parecen tener la misma importancia, se puede salvar si recurrimos a los lugares comunes del rompecabezas y las múltiples lecturas, artilugios con los que muchos directores hacen pasar por buenos a sus bodrios. Pero para que el espectador arme su propia historia, para lograr esa interactividad, se precisa un relato que se anime a no decirlo todo de manera anticipada, a buchonear lo que viene.
El cuentito es sencillo: un accidente automovilismo interrumpe una familia y una vida soñadas, y deja paso a la grosera contraposición de una vida gris signada por la pérdida y los estigmas corporales de un pasado que vuelve a menudo, y su acechanza se procesa siempre de la misma manera agresiva. Quien apueste por cierta integridad psíquica sabe que con la pérdida de los afectos en algún punto hay que reconciliarse, porque si el duelo se prolonga indefinidamente, duele hasta quebrarnos. La reconciliación, en esta película, reposiciona a Santiago como protagonista. En el medio, entre aquel comienzo y este anticipado final, casi imposibles de unir sin un buen número de llamadas telefónicas, en el medio la narración se vuelve arbórea, se pierde en los pliegues, avances, retrocesos y pausas de tres vidas comunes y silvestres, agrestes como el paisaje.
El paisaje, por otra parte, no es imponente en la historia como sí lo es visualmente. Podría ocurrir tanto en el sur como en Dock Sud, porque la desolación íntima de los personajes tiene poca relación con el espacio externo, como en esas películas en las cuales la preponderancia de los planos distantes minimizan a los personajes, y la naturaleza genera la ansiedad de lo que no se puede maniobrar. En este film el paisaje es un soporte físico, un telón de fondo muy bello, pero prescindible para una narración antropocéntrica. Si va a ver la película con la expectativa del título, se va a encontrar con que este NYC en el sur parece Nacido y Criado en cualquier otro lugar del planeta, y las malas actuaciones y transgresiones berretas de los varoncitos menores refuerzan la impresión.
Por momentos uno está tentado de decir: ¡ponéme música Trapero! Porque la banda de sonido de Palo Pandolfo es muy buena, y los diferentes pases entre la música y el sonido de la escena son interesantes. Si hilamos fino para absolverlo, otra decisión ajustada por parte del director resulta fundir la pantalla a negro para sugerir sin mostrar el sufrimiento de Santiago, ya que sólo se lo oye gritar pidiendo auxilio en medio del accidente, pero no lo podemos ver. La omnipotencia de los blancos y la prolijidad de las tomas del paisaje, también son atenuantes del bodrio. Todo lo demás es irredimible, obviedad tras obviedad, en una cadena que comienza cuando Santiago, después de hacer el amor con su mujer, le pregunta si nunca va a dejarlo solo. El reporte del clima anticipando la lluvia, incluso, quiero entenderlo como una crítica de la narración incluida dentro de la narración, porque me cuesta pensar que tanta obviedad no haya sido adrede.
Visto y considerando, la narración desabrida para la que no alcanza un tratamiento visual bastante cuidado, y teniendo en cuenta la nueva escala de calificaciones que establece que se aprueba con seis, a Trapero esta vez le doy 4 bolitas de paraíso.
Nacido y criado, de Pablo Trapero
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