Las mamushkas son de adorno


Una remake, un refrito, rehecho, made in santa fe de Los edukadores


Para ser obscenamente snobs, Los Educadores se escribe con K. Si ese fuera el único lugar común de la película, zafaría. Pero cuando el desencadenante del conflicto es un celular, tienes que preguntarte si no estás viendo la última de numeral 15. Más allá de eso el perfil de los personajes es bien contemporáneo: empleados de servicio, como para dejar claro que el proletariado industrial ya no existe en Alemania. Y estos chicos sólo quieren divertirse, ups, se me escapó…Pero vuelve el lugar común de los sesenta y los planteos de una civilización del juego. Cuando se oía que la revolución pasaba por cambiar la vida cotidiana. Ahora estos chicos empleados de servicios, además de ecologistas y degustadores de cannabis, trastornan la organización de los muebles en casa de ricachones. Ricachones que viven en barrios privados, alejados, para los cuales se necesita una camioneta para llegar. El precio de la nafta en la Comunidad Económica puede llegar a ser barato, pero aunque Daniel Bruhl tenga un buen semblante, si fuese expendedor de gas oil allá (porque se me ocurre que es una camioneta diesel), no se la regalaría.

Las razones de esta osadía mobiliaria están bien enunciadas en la película, como para que nadie se aproveche. Hay que hacerles reflexionar a los ricachones: para qué les sirve acumular y acumular. Deben darse cuenta de que no son omnipotentes, sino que alguien puede con ellos. Todavía recuerdo la cara de la señora con un taller muy mono, atónita, desencajada, bien de libreto. Le dijeron demostrá que estás cagada en las patas, y Acción! Le salió así.

Una historia de triángulo amoroso, porque esas historias sostienen cualquier película. Así como las historias de amor baratas le sostienen las novelas a Estevanez. Dos alemanes para una sola alemanita: tiene que ser fuerte la pobre, no? Pero hay que reforzar esta idea de la diferencia de época: el individualismo hace imposible el amor libre. Y a los tres se les suma el ricachón secuestrado por llegar de improviso a su casa, que para que la historia cierre y sea bien circular, es un revolucionario sesentista dirigente estudiantil que habla del Mayo Francés. Devenido burgués superexitoso. Nadie va a negar que esa “tendencia” no sea verdad, ni que pito ni que flauta. Pero convengamos que los lugares comunes ya vienen siendo demasiados. La cuestión es que el ricachón secuestrado está, y ha venido a decir su parábola. Punto por punto vamos viendo las diferencias de época, porque el jovato se pone reflexivo y dictamina sobre los errados cálculos estratégicos de estos transgresores.

Igual no quiero demorarme con esta historieta, sino bosquejar esta remake más santafesina que Triferto. Sabrán ya que para hacer este tipo de comentario no hace falta tener una imaginación abultada (clin!: agenden la palabra y la repiten), así que no esperen demasiado. Se me ocurre que los protagonistas han viajado de niños en el trencito del Tío Leo, ambientado con el último hit de Marixa Balli. Y toda esa cosa que les genera tal armónica composición tienen que manifestarla. Como ese día se quedan sin crayones de cera, se ponen a elucubrar qué quieren hacer cuando sean grandes, y zas! (sin miguel Mateos, ojo): trastornarle la vida a la gente de El Paso o La Tatenguita es una muy buena elección.

Para llegar no necesitan la camioneta diesel, sino – porque a los santafesinos les ha gustado siempre el realismo- un peso para el urbano. Y viajarán con el plantel de Charoga, lo que le agrega un plus de goce. Nuestra versión del amor libre. Los imagino mandándose mensajes por celular para coordinar, sentados a dos asientos de distancia. Hasta puedo escuchar el ringtone de Callejeros. Y ella, que en la versión original le debe plata al ricachón, casualmente secuestrado, por haberle chocado uno de sus tantos Mercedes Benz, ella, en Santa Fe, le debe plata al dueño del gimnasio. Que viene a ser pariente del dueño del chalecito de El Paso que es objeto de esta expedición trastorno. Tiene que quedar claro, realismo obliga, que la burguesía santafesina se maneja en red, que diversifica la inversión. Ella, vuelvo, sentada en la albóndiga urbano, se siente a punto de estallar. Éxtasis inminente: hoy no fue a la Costanera ni a Playa Este ni a la Peatonal, ese cambio ya la moviliza.

Llegan a la casa, hacen lo suyo. Nota: el mal gusto del diseño interior hace bastante innecesario el trastorno. Lo hacen igual, pero no pueden ocultar que ellos vieron la película y están algo desanimados. Llega el dueño, los encuentra y en ese momento mi imaginación DVD avanza la escena y los tenemos en un aguantadero frente al Peaje de la autopista…Todo vuelve, piensa el ricachón “que supimos conseguir” (así, con ánimo de himno). Pasemos rápido toda esta parte: el ricachón comienza a sentirse identificado con los chicos: No terminó la secundaria, deliraba por ir a La Rambla, el mundo también le parecía una porquería que veía en Tire Dié. Ellos se enojan porque se creían creativos…

En el aguantadero se tocan, militan la hormona como adolescentes de ley. Se preguntan por mensaje de texto a quién le toca con la chica esta noche. Los días se gastan de par en par: chan! Ella por momentos desea estar en la puerta del Mc Donalds o del Teatro Municipal. El ricachón continúa su vida cotidiana: rascarse, pensar boludeces, mirar por la ventana porque El Paso está justo ahí detrás. Las situación se resuelve como en el guión original: peleas entre ellos y el ricachón que resultó carismático (con esa cara…) los hacen desistir. Lo devuelven a su casa, con la promesa de que no habrá policía de por medio y que le condonará la deuda del gimnasio a la chiquilla.

Vuelven a la casa que compartían. Esto me olvidé de contarlo, pero en la película original ella se queda sin dpto y se va a vivir con los dos muchachos, un guiño del guión para propiciar la confusión y reforzar la idea de un amor libre problemático. En el caso santafesino ellos vuelven a su casa alejada de los boulevares, porque los alquileres y los rentistas son implacables. Ella, la única que terminó el secundario, vió algo de literatura gauchesca, sabe la historia del Martín Fierro. Corrijo, sabe que el único hombre argentino que cambió es el Martín Fierro, en esa Vuelta memorable. Y saben que la burguesía santafesina es codiciosa, que no perdonaría así porque sí una deuda en el gimnasio.

Efectivamente, corroborando sus expectativas, el ricachón carismático los denuncia, y la policía se llega hasta la casa que comparten los tres. Hete aquí que ya no están, porque no habrán terminado el secundario, pero tienen el peso de su generación detrás: los chicos son vivos. En la versión original la policía encuentra una esquela en la pared que dice “Algunos hombres nunca cambian”, pero en esta versión bien santafesina dice: “querido, esto es argentina, la historia de la traición ya está trillada”.

Y así termina, con una pequeña nota al pie para explicar el título, para público santafesino: Las mamushkas son de adorno porque se ha perdido el concepto de cooperación que ellas encerraban, una dentro de otra, integraditas. La revolución, los santafesinos la hacen solos y en la medida que pueden. Y me voy, están por abrir los negocios de la peatonal!!!

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